Arriesgar sus vidas forma parte del día a día de los inmigrantes en el puerto. Se arrojan al agua, se cuelan en camiones o intentan subirse a los barcos trepando por donde puedan.

Las fuerzas de seguridad interceptan a diario a adultos y menores, aunque los servicios lejos de tener su efecto chocan con una cruda realidad: los intentos no van a cesar.